Recuerdos de mi padre

La vida tiene sus leyes. Así es como empieza y termina, y como los que antes llegaron, usualmente antes parten. Resulta que para todos es evidente, hasta que te toca de cerca. Una etapa que cambió mi vida, para siempre, la partida de Juan Bautista Kappes Barrientos, mi padre.
Mi viejo para mí fue un modelo, de lo que tal vez tomé consciencia, ya de adulto. Y es que después de toda la montaña rusa que fueron los primeros treinta y tantos, te das cuenta que hay cosas que marcaron tu vida, en este caso, de buena forma. Mi viejo era todo lo que una buena persona reúne; amable, generoso, divertido, responsable, trabajador. Y era de los que ya (casi) no quedan. Un médico por vocación, que nunca quiso ir a trabajar a la clínica Las Condes, que muchas veces lo vi llamar a la secretaria para decirle que no le cobre a la paciente que iba saliendo de su consulta (que visiblemente, era una persona de escasos recursos), y así otras tantas. Recuerdo que los San Juan y cumpleaños de mi viejo, siempre le llegaban regalos de pacientes (regalones). Nunca olvidaré una pierna de jamón gigante, con cuchillo y atril…en épocas que eso definitivamente no era común acá; lo que lo hacía más delicioso (típico afán del ser humano de valorar más las cosas que no tiene y/o, en algunos casos, las prohibidas).
Volviendo a mi padre. Fue un pilar para mí, sobre todo en la vida adulta. Cuando tenía un problema, recurría a él. Cuando no tenía dónde ir, llegaba a la casa de él. Cuando no tenía plata… también. Y el pilar se enfermó, una enfermedad que de a poquito acabó con su vida. Fue por suerte luego de una buena calidad de sobrevida por casi cinco años. Al final, el “ocaso” fue muy rápido. Nadie estaba preparado, aunque sabíamos hacía tiempo lo que iba a ocurrir. Hoy digo “por suerte” tuve el tiempo de “prepararme” …. Me imagino el dolor de una muerte tan cercana y tan repentina.
Y llegó el momento de despedirlo. Lo hicimos como él quería. Nada de iglesias, ni mucho menos curas (o sea……). Nos reunimos todos, en un velatorio sin cruces, curas ni ceremonias convencionales. Muchísima gente, mucho afecto hacia él y cariño hacia nosotros, sus deudos. Un calor humano que uno habitualmente no percibe (o al menos no me había rozado) en un velorio. Hubo grupos de gente conversando, tomamos café, galletitas, nos reímos incluso…. Era como estar un San Juan en la casa de mi viejo…estaba muy presente, más allá de su cuerpo.
Día siguiente marca el hecho con una canción para mí. Casualmente escuchaba Space Oddity, de David Bowie. Resuena hasta hoy en mi memoria estar pensando en mi viejo (obvio, me vestía para su funeral) y escucho la frase “and the stars look very different today”… me dio una pena negra (hace poco dejé de lagrimear con esa canción). Recuerdo esa mañana como si fuera hoy… el pesar y la pena que sentí al llegar donde los Masones y ver el cajón, las velas, coronas y pensar “lo vengo a ver, pero ya nunca será como antes”.  Fuimos al cementerio, pero antes hubo una detención en el Hospital José Joaquín Aguirre, donde se le hizo un pequeño reconocimiento de despedida (considerando que mi padre pasó más de 65 años en el hospital, donde además enseñó a generaciones). Y seguimos camino al cementerio general. Había mucha gente, de la familia, amigos, compadres, médicos, secretarias, ex socios…éramos muchos.  Y no había una ceremonia ni un maestro de ceremonia de por medio… teníamos creo que media hora de un salón con el cajón de mi viejo, un atril con un micrófono y un montón de gente sentada al frente. Nada preparado, ni un papel. Fue mi hermano mayor el primero en tomar la iniciativa. Yo estaba tan incrédulo y triste, que la verdad no recuerdo ni una sola palabra de lo que dijo. Luego habló el nieto mayor, hijo mayor de mi hermano, un adulto. Y entre lágrimas dijo lo que pudo…no requiere más detalles. Y de la nada, no sé cómo, saqué la entereza que no había tenido y me paro delante de toda la gente a decir que mi viejo en realidad no había partido, porque un poquito de él quedaba (y queda) en cada uno de quienes estábamos ahí. Y la verdad es que ese pensamiento se me vino a la cabeza justo en ese momento, fue como “iluminación” emocional; se transformó y es hasta ahora un consuelo para mí. No se me ocurrió otra cosa que despedir a mi papá con un aplauso. Fue tremendo, se vino abajo el “salón” con un tremendo aplauso de todos quienes estábamos dentro, más muchos afuera que no cabían dentro (mientras se desataba una mega lluvia afuera). Y luego de eso, como cinco minutos de silencio… pero total!! No volaba una mosca.  Fue increíble, pues estoy seguro que en todo ese lapso de silencio, todos pensaban en el Dr. Kappes.
Luego, yo lo había comentado con un amigo que lo propuso, y creo que una persona más. Pero nos fuimos, si mal no recuerdo, 22 personas al quitapenas, frente al cementerio general. Ese lugar existe desde la segunda mitad del siglo XIX, según se tiene registros. Y comimos, tomamos, lo recordamos, nos reímos, hubo reencuentros inesperados…la verdad fue demasiado rico. Que mejor manera de despedirlo. Sé que él no hubiera querido que tuviéramos pena. E intentamos hacerle caso. Fue una despedida a su altura. Luego de eso, seguro alto vuela el viejito. Tan alto que todavía lo siento aquí.

“Ese día me quedé pensando
que algunas personas jamás nos dejan,
nunca se van por completo,
aunque ya no estén.

Su esencia queda,
su voz se escucha,
las sentimos sonreír.

Algunas personas jamás nos dejan,
son eternas.”




7 comentarios:

  1. Pillo me hiciste llorar... recuerdo mucho a tu viejo y las anecdotas que me contaba mi abuelo de aventuras y travesuras que vivieron esos tres hermanos en su infancia... no sé si es tarde o no para comentarlo ni la fecha de publicación de este blog... cuando hablé con el copihue que él me regaló un San Juan, éste ya no creció más.

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    1. Anto. Esto lo escribí hace un buen tiempo ya, pero no deja de ser contingente y nada de lo que acá digo ha cambiado. Que bueno que te sirvió para recordar a tu tío abuelo y a tu abuelo. Ellos siempre estarán vivos en nuestros recuerdos.
      Un abrazo

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  2. Busque al dr.Kappes para saber de él, y con gran pesar me enteré que ya había partido. En el año 85 el me opero. Era una intervención jodida y la sacó adelante. Muchas veces iba al box después de la operación y me atendía así no más. Así que conocí su generosidad. También lo fui a ver a su consulta cuando tenía algún problema, y confiaba plenamente en sus palabras.Me causaba risa verlo siempre con el pucho, él que era vascular! Pero lo admiraba. Y le estaré siempre muy agradecido.

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  3. Q.E.P.D

    Lo conocí en Isapre Promepart, en los años 97 al 2000 aprox, la misma empresa donde yo trabajaba. Le hablé de mi flia. Mis abuelos eran Kappes Pröschle y Pröschle Schmeisser.

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  4. Que lindo! Claro, escuché a mi padre y mis tíos más de alguna vez hablar de los Kappes Pröschle (aunque no tengo claro el parentesco aún, pero sé que algo hay). Me acuerdo perfecto cuando trabajó en Promepart, creo que fue su debut en la contraloría médica (que fue lo último que terminó haciendo en su carrera como médico, en el JJ Aguirre, su casa). Gracias por su nota, saber de gente que se lo encontró y que lo recuerda con cariño hace que su recuerdo indeleble se mantenga cada día en mi.

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