lunes, 29 de mayo de 2017

Cheating the Polygraph

El primer posteo que puse en este blog, fue una canción de Steven Wilson, como solista con su banda. Hay que decir que este blog fue concebido como un espacio musical, pero con el pasar de las semanas, ha ido tomando otros tintes, personales, anecdóticos, “literarios” como llamarían algunos, etc.

Y hace unos días retomé escuchar a Porcupine Tree, rock progresivo de cuna inglesa, de culto. Y no es casual la alusión; Steven Wilson lideraba dicho grupo.

Desafortunadamente, Porcupine Tree hoy está en estado “disuelto”. No hay noticias de una reunión y en lo personal, desconozco por qué no siguen tocando; what a pitty!

Creo que una experiencia musical sin igual, sería ver a estos tipos tocando en vivo (ni rozaron Sudamérica, pero la esperanza es lo último que se pierde).
El nivel de cada uno de los músicos de la banda es simplemente extraordinario. Para qué hablar de Gavin Harrison, el batero. Una precisión, meticulosidad, pureza, certeza en cada beat, seguir y crear ambientes… además de parecer pulpo con su velocidad... uno de mis bateristas favoritos.

Un tremendo registro que me viene siguiendo hace días es Cheating the Polygraph (Fear of a Blank Planet – 2007). Engañando el polígrafo (o detector de mentiras).

Imaginen la situación que dice el título, escuchen el ambiente que crean con la música y sobre el escenario, los que puedan, la letra, y vean. Simplemente, enormes.

domingo, 28 de mayo de 2017

Cocina

Hoy voy a hablar de otra de las cosas que me gustan harto, cocinar. Sí, me encanta y lo hago bastante bien (no lo decimos nosotros, lo dice la gente).

Digamos que no soy un instruido, refinado, sofisticado ni elegante chef. Pero a todo lo que preparo, le pongo el ingrediente más importante de un plato, el cariño. Claro, si uno no cocina con dedicación, cariño, cuidado y energía, la comida puede resultar un mix de ingredientes insípido y sin gracia. Lo que llamo el cariño al cocinar, es determinante para el resultado de cualquiera que entre en la cocina.
Aprendí a hacer algunas cosas de chico. Creo que lo primero que aprendí a hacer fue tallarines. Y es lo que más he preparado en mi vida. No necesito registro estadístico para saberlo.

En el colegio, también nos enseñaron a cocinar. Una de las cosas de las que me acuerdo que nos enseñaron fue pizza, incluyendo la masa por supuesto. No me acuerdo de la receta ni la tengo, lamentablemente. (Si alguien de la generación 93’ del Grange la tiene, se lo agradeceré enormemente). También aprendimos a hacer galletas, queques, y no me acuerdo qué más. Tenía un cuaderno con recetas de cocina del colegio, que me encantaría recuperar, pues me acuerdo que todo me quedaba rico.

Durante la enseñanza media y universitaria, fueron pocas las veces que cociné. En realidad, no sabía hacer nada (de memoria) más que tallarines. Nunca olvidaré mi primera incursión con el arroz. Estábamos con un grupo de amigos en Algarrobo; debo haber tenido unos 17 años. Nos ofrecimos para cocinar (o nos turnábamos, no me acuerdo), pero yo dije que haría arroz. Nunca había preparado, pero por lo general todo lo que cocinaba incluso entonces, me quedaba bueno. Y leyendo la receta, no tendría por qué ser difícil. Como éramos varios, calculé que un kilo de arroz sería suficiente (un kilo!!!). Así que, apegado a las instrucciones, puse el arroz sobre aceite y luego, después de los cálculos de agua por tasa de arroz (me di la lata de contar una por una las tasas saliendo de la bolsa de kilo), les puse veinte y siete ( 27, veintisiete) tasas de agua! Obviamente, no llevaba ni la mitad de agua añadida cuando tuve que trasvasijar la comida a otra olla. Era enorme, parecía una marmita. Cuando ya había logrado echar toda el agua requerida, le agregué arvejitas, para que quedara más gourmet aún. Después que se nos acabó la paciencia, y el hambre nos dominaba, decidimos colarlos, en estos coladores metálicos que antiguamente se usaban... la cuestión parecía casco, con unas bolitas verdes y unas semi perforaciones repartidas homogéneamente por toda su superficie. Estaban exquisitos, más aún si consideramos que no les puse sal… todo mal.

Volví a entrar a la cocina en serio cuando me independicé. Fue a los 24 años que me fui a mi primer departamento de soltero, en escuela militar. Era chiquitito, pero tenía una buena cocina.  Y ahí, como vivía solo y nadie se exponía a los resultados, y por una cuestión de economía, empecé a mezclar lo que sabía, con lo que había visto o veía, escuchaba, aprendía o inventaba. Y fui haciendo “inventos”, algunos de ellos ya consagrados dentro de mi oferta gastronómica (como el aclamado pollo al limón).

Y cocinar me resulta muy entretenido. Con buena música, una copa de vino o una cervecita. Vas probando sabores, texturas, mezclas, agregando nuevos ingredientes, metiéndole cosas desconocidas, cambiando el orden de integración de los productos, glaseando, marinando…. Hay un sinnúmero de opciones de cocinar y poner tu estampa en un plato. Al igual que la música, dependerá de cuánto sentimiento le pongas, tu estado de ánimo y tu dedicación. Sabemos, la cocina es un arte.

martes, 23 de mayo de 2017

París a propósito de Charles Aznavour

Hace unos días, me he estado despertando con alguna canción (específica) en la mente, al abrir los ojos, tal cual. No todos los días, pero los que me ha sucedido, he escuchado la canción en algún momento de la jornada. Y resulta que uno de esos días, me desperté con La Boheme, de Charles Aznavour.


Y se me vienen todos los recuerdos de mis años en Coface y mis viajes a París. He estado seis veces en París; cinco por trabajo, una por placer. Aunque bueno, digamos que las cinco veces que tuve que ir por trabajo, también fue un placer. Y es que París disputa con Ámsterdam, para mí, el lugar de mi ciudad preferida. Y es que París tiene ese encanto de la historia, la bohemia, un sinnúmero de lugares maravillosos, museos, teatros, lujo, glamour, luces, café.. lo que uno quiera!

Recuerdo la primera vez que fui. Una lucha, de puro “huaso”. Resulta que iba con harto equipaje, pues luego de la reunión a la que iba, me tomé unos días, un tren a Barcelona y una semana allá (otra historia muy entretenida). Bueno, luego de un largo viaje (con escala en Madrid y cambio de avión y aerolínea), llegué al aeropuerto de Orly, con una maleta grandota y una mochila, no menor (llevaba ternos, además de la ropa suficiente para dos semanas). Al salir del aeropuerto, recuerdo que vi muchos buses que decía “Air France - Les cars  - Paris, Aéroports”.  Y no, para no gastar plata demás (que ejemplar, para no gastarle de más a la empresa…. Será?), decidí tomar el metro, total entendía que en metro se podía llegar a cualquier parte en París (y creo que se puede). No sonaba mal el plan; siempre me ha gustado conocer los metros de las ciudades que he visitado, no sé por qué. Me encantaría un viaje en la cabina del conductor en el metro de Santiago, sobre todo los cambios en los terminales. Y claro, no contaba con que además de varias combinaciones (no me acuerdo cuántas en realidad), muchas de las estaciones están muchos metros bajo tierra; ergo, escaleras larguísimas, mucha gente, y el chileno entre urgido de estar en la ruta correcta, mirando el mapa (en esa época olvídate de el mapa del celular.. era carísimo), y agarrando las maletas.

Luego de un largo viaje, llegué a mi estación de destino, Charles de Gaulle Etoile. Y para llegar a mi hotel, hay que caminar como tres cuadras.  Y en eso, veo los mismos buses del aeropuerto, en la esquina del hotel!!! Bueno, fue una aventura igual lo del metro. Más aún cuando al día siguiente miro el precio, y los buses no eran caros!!

Esa noche, luego de todo el viaje, la travesía por el desconocido metro de París, apenas salí a comer algo en el primer local que encontré, que no queda nada menos que en Champs Élysées. La última vez que estuve allá, fui varias veces al mismo lugar, solo y con más gente. La verdad es que está muy bueno, sobre todo la soup d’onion que preparan.

El día siguiente era domingo, si mal no recuerdo. Así que tomé mi mapa, mi botella con agua, cámara fotográfica, compré algunas cosas para comer, y me lancé a conocer, caminando. Fue una larga caminata (que es a mi parecer, la mejor forma de conocer una ciudad). Y nunca voy a olvidar que, llegando a Trocadero, estaban haciendo arreglos, y había instalados unos paneles de cholgúan (así como los que están puestos ahora en todas las futuras estaciones del metro de Santiago), y yo caminando por el costado; hasta que repentinamente se acaba en panel y ahí estaba ella; la Torre Eiffel. Nunca me voy a olvidar de la sensación. Se me puso la piel de gallina, fue una mezcla entre asombro y emoción. Era primera vez que veía algo realmente histórico (no había viajado más que a Argentina y Ecuador, en ese entonces).  Fue entonces cuando me di cuenta del privilegio que tenía de estar allá. Fue entonces cuando me enamoré de viajar.

Después de haber ido cinco veces, la última, que fue la más larga, por dos semanas, seguía conociendo cosas nuevas. Y estoy seguro que me quedan muchas por conocer. París es una ciudad que no deja de sorprender a quien la visita, hay literalmente de todo, cosmopolita como pocas (no sé si más o menos que Nueva York, pero deben estar por ahí), siempre hay lugares maravillosos y muchísimas cosas para hacer. Si no han ido, es un destino imperdible. Y para que sea más atractivo aún, si tomas un tren, en menos de una hora y media, estás en Bruselas, otra bellísima ciudad.

lunes, 15 de mayo de 2017

Garage Band

Hace un par de semanas, después de haber dejado en bien malas condiciones el modelo anterior (increíblemente se me rompió la pantalla dos veces en un mes…), me hice de mi nuevo celular.
Rico el teléfono, desde que tuve el primero, nunca dejé de tener IPhone (este es el seis, nada del otro mundo a estas alturas). Y este ha sido mi favorito, desde que el segundo día encontré que trae una aplicación que se llama Garage Band, que es de Apple, y permite grabar usando tecnología MIDI (Musical Instrument Digital Interface). El primer día, viendo cómo funcionaba, estuve un ratito jugando y probando.

Te preguntarás cómo se puede hacer música con un teléfono?

Así:



Bueno, esa noche brotó algo de creatividad, partiendo con la base del teclado. Fui rellenando, todavía sin conocer varias de las funciones que hoy sé usar (y seguro hay otras que no sé), armé algo así como un intento de…. Esto:

La Primera

Y se me ocurrió mostrárselo a algunos de los más cercanos. Y es gracias a que, inesperadamente, a una de esas personas la transportó a un lugar particular; esta canción tendrá que tener la palabra bosque en su título (bueno luego de poner atención a lo que me dijo, también me imaginé lo mismo).

Así que luego de buenos comentarios (supongo que todos sinceros), me entusiasmé y le he seguido agregando. No está listo, para nada, hay que arreglar varias cosas y hacerle cambios melódicos (claro, esto suena entretenido porque tiene varios instrumentos…), pero si te fijas, melódicamente es igual todo el rato. Pese a ello, me gusta. Así va quedando;

La Primera (en el bosque II)

Escucho comentarios

lunes, 8 de mayo de 2017

Neil Peart

Neil Ellwood Peart es el baterista y letrista de la banda canadiense Rush, a la que pertenece desde el año 1974, entrando a reemplazar a John Rutsey, quien abandonó la banda a dos semanas de iniciar una gira por Estados Unidos.

Inicialmente, el estilo de Peart estaba arraigado al hard rock, con influencias de bateristas como Keith Moon (The Who) y John Bonham (Led Zeppelin). Con el paso de los años, fue recibiendo influencias de músicos de jazz y big band, tales como Gene Krupa y Buddy Rich.

Peart ha recibido infinidad de reconocimientos por la mayoría de las interpretaciones que ha grabado y es ampliamente respetado tanto por su habilidad técnica como por la energía con la que ejecuta su instrumento. En términos de influencia, es uno de los bateristas más importantes de la historia, el referente obligado de miles de artistas a nivel mundial y ha sido reconocido consistentemente por los expertos como uno de los bateristas rock más grandes de todos los tiempos.

Además del trabajo musical realizado con Rush, Neil Peart también ha realizado varias grabaciones en conjunto o colaboración con otros artistas y ha publicado dos videos instructivos en donde enseña algunas de las técnicas que suele utilizar para tocar la batería. Aparte de la música, Peart es un consumado escritor.


La vida de Neil Peart tuvo su momento más difícil a fines de los 90’. El año 1997, su única hija Selena, falleció en un accidente automovilístico en Ontario, Canadá. Luego, su esposa, Jacqueline Taylor, con quien había estado casado por 22 años, muere de un cáncer fulminante, tan solo 10 meses después, en 1998.

Fue en el funeral de su hija que les comentó a sus compañeros de Rush que lo consideraran retirado de la banda.  Fue entonces, para pasar la pena y entrar en etapa reflexiva, que recorrió toda Norteamérica y parte de sud América en moto, recorriendo 88.000 kilómetros. Las experiencias de esta travesía las estampó en su libro Ghost Rider: Travels on the Healing Road.
Luego, a través del fotógrafo oficial de Rush, conoció a Carrie Nutall, también fotógrafa. Con ella, contraería matrimonio en septiembre de 2000, y a inicios de 2001, fue cuando les anunció a sus compañeros de Rush que estaba listo para volver. Fue así como se retomó la carrera discográfica, con la publicación de Vapor Trails en 2002. Y desde entonces, no pararon más. En 2009 nace la primera hija de Peart con Nutall.

Junto con sus compañeros de banda, Geddy Lee y Alex Lifeson, fue condecorado con la Orden de Canadá en el grado de Oficial, el 9 de mayo de 1996, siendo la primera banda de rock en recibir dicho reconocimiento, como grupo. Actualmente vive en Santa Mónica, California, con su esposa Carrie Nuttall y su pequeña hija Olivia Louise.

Neil Peart tiene su propio sitio web, donde mezcla música con literatura y entretención. Vale la pena echarle una mirada www.neilpeart.net

También les dejo uno de los muchos grandes solos que tiene Peart. Este, en particular es del año 2002, de Rush in Río:

lunes, 1 de mayo de 2017

Rush

Cuando tenía 13 o 14 años, había varios amigos del condominio que estaban escuchando a Rush. Al principio, me pasó que no me gustó, básicamente por lo aguda de la voz. Pero también porque varios en mi colegio andaban en la misma, me parecía moda. Al igual como nunca pude escuchar a los Doors; los escuchaban tanto y transmitían tanto, que me aburrió (sin siquiera ponerle mayor atención). Hasta que llegó a mí un disco grabado en vivo, el año 1981.

Rush es una banda canadiense, formada en 1968, por Geddy Lee (voz, bajo, teclados), Alex Lifeson (Guitarra) y John Rutsey (Batería). Pero lo de Rutsey fue temporal, dejó el grupo en 1974, después de grabar tan solo dos demos. Luego audicionaron bateristas, pues tenían programada una gira a Estados Unidos. Ahí fue cuando apareció Neil Peart (mención aparte, por lejos mi baterista favorito). Y sacaron su primer disco, el homónimo Rush. Y desde entonces, han sacado veinte discos en estudio y nueve en vivo. Rush es un grupo que ha traspasado generaciones, que ha modificado algunos matices de la música que han hecho con el tiempo, pero la esencia de Rush se ha mantenido intacta.

Neil Peart es un tremendo baterista; no sólo porque yo lo diga. Su técnica, su composición, que su kit no está sólo compuesto por una batería; timbales, xilófonos, campanas, campanas de viento…. Además, es él quien escribe las letras de las canciones. Hay que escucharlas/leerlas. También escribe libros,

Rush estuvo en Chile en octubre de 2010. Por supuesto estuve ahí en locación Golden….. a mis 41 años, si fuera de nuevo, sería en cancha.

Era el último concierto de esa gira, Time Machine Tour, y a sus entonces 57 años, Geddy Lee ya no cantaba como antes. El sonidista metió la pata en la segunda parte del concierto, un ratito. Pero nada de eso importó; fue un recital de casi tres horas de interpretaciones impecables y de gran talento musical, que aunque son tres, en vivo suenan como cuatro o cinco.

Y bueno, tuve la suerte de verlos en vivo en Austin, Texas, en un recinto cerrado, sentado, una acústica increíble y un vaso de cerveza de 500ml en el lugar dispuesto para ello. Claro, los gringos en los recitales venden comida, cerveza, me tocó una pausa donde salimos a comer y por la segunda ronda. Luego en mi mismo asiento, segunda mitad de un espectacular concierto. Ya es poco probable volver a verlos por estos lados. Agradezco las dos que tuve.

Acá va la primera canción que me llamó la atención de Rush, por aquellos años. YYZ, en vivo en Río de Janeiro, el 2003.