martes, 27 de junio de 2017

Virtual Haircut


Hoy no voy a escribir de ningún tema en particular. Sólo me voy a limitar a compartir con ustedes una experiencia extraordinaria.

Se trata de la barbería virtual. Es un ejercicio auditivo que nos muestra las maravillas que puede hacer nuestro cerebro con la interpretación de estímulos; en este caso el sonido.

Para poder hacer este ejercicio, es imprescindible usar audífonos. Y lamentablemente, entender inglés, aunque no es del todo excluyente.

Ojalá no haya ruido circundante; cierren los ojos, suban el volumen y simplemente disfruten de este extraordinario trabajo auditivo (ilusión).


lunes, 19 de junio de 2017

Tercer día

(esto es también un ejercicio para mi)


Después de bastante tiempo, me animo a compartir lo que viene a continuación. Y es que dentro de todo, es bien personal. Pero bien, acá va.

Después de veintitantos años, decidí hacer una de las modificaciones más trascendentales en mi vida. Y lo trascendental aparece una vez tomada la decisión, sin siquiera tal vez hacerlo. Es trascendental desde que se quiebra un esquema que el cuerpo, y peor, el cerebro, han estado acostumbrados a hacer por lo menos la mitad de mi vida. Sí, he decidido dejar de fumar.

La decisión no es fácil siquiera de tomar, cuando estás absolutamente acostumbrado a fumar; cuando cruza la delgada línea entre el placer, vicio y adicción. Desde que era chico estoy acostumbrado al olor; a ver gente fumando a mi alrededor y, creo que como la gran mayoría de la gente que pasó algo similar, terminé de convertirme en un fumador. Un gran fumador… si, era mucho.

Cuesta desapegarse, porque el cigarro pasa a ser un complemento de actividades rutinarias de uno (incluso, hasta una rutina más). Al caminar, un cigarro; al manejar, otro, con un café, con un trago, cuando sales de una reunión, etc. etc. etc. Podría enumerar muchísimas ocasiones ideales para fumarse un cigarro… cuando eres un fumador como yo, era. 

Ya pasados mis 40, me empecé a preocupar por mi salud, y claramente el pucho no me ayuda. Y pensé en el ejemplo a mis hijos (y no porque vea el cigarro como una lacra social; jamás me convertiría en “ese” tipo de ex fumador o detractor, sino porque hace mal; punto). 

Saqué cuentas también de cuánto gastaba mensual en cigarros. Que a mucha gente le molesta; que en casi ninguna parte ahora se puede fumar. Pero si sólo me hubiera quedado con esto, tal vez no estaría redactando esto ahora. 

Pensé también en las cosas positivas. Primero, invertir las dos que menciono arriba: que mis niños conmigo estén en un “ambiente sano”, y la plata que iba a ahorrar. Además, pensé en un mejor despertar por la mañana, el no tener que salir a congelarme en invierno, a fumar un cigarro estando en un lugar público (y no obligar a mis amigos a buscar mesa afuera cuando hace frío); el volver a sentir olores y sabores como en la infancia (relación entradas anteriores), y muchas otras cosas, que no viene al caso detallar acá.

Y hace seis días, bajé la cantidad de cigarros a la mitad. Y, o bien estoy muy sugestionado, o es real; desde entonces siento más olores y estoy disfrutando mucho más los sabores… de todo. 

El sábado 17 de junio, era del denominado “día D”. Lo esperaba con algo de preocupación y con una cuota de temor tal vez. Pero estaba decidido. Creo que el más difícil es el día D. Y ya fue; estoy al borde de cumplir ahora mi cuarto día sin fumar una sola piteada. Y como estoy convencido, no me han dado ganas. Y estoy trabajando para erradicar el hábito, que también es otro tema no menor. Pero voy bien, estoy contento por no fumar, porque me dura la plata, no tengo los dedos amarillos, no tengo olor a pucho y todas las otras cosas que están por venir. Me quiero acostumbrar rápido a ser un no fumador; me gusta. 

No me voy a transformar en un odioso del cigarro ni su olor, pero a mi casi cuarto día sin hacerlo, lo recomiendo.

lunes, 12 de junio de 2017

Extraño hallazgo

Hoy voy a escribir de esas cosas que no le importan a nadie, pero tiene una segunda mirada que puede resultar súper interesante. Y tiene que ver con los recuerdos.

En una de mis primeras entradas de este blog, hablo de mis recuerdos de la infancia… que son más bien escasos. A los recuerdos que me refiero en realidad son sensaciones, emociones. Decía que por ahí me quedaba algún sabor, aroma.

Lo que les voy a contar ahora tiene tintes hasta de ridículo, pero para mí ha resultado interesante. Resulta que estaba yo lavando loza en mi casa, con la típica esponja verde con una virutilla por el revés. Con agüita caliente, harta espuma del lavalozas, y mis manos sin guantes.

Por algún motivo, en un minuto me pasé a llevar la palma de la mano con la esponja.




(Ahora, el momento clave de la historia).






Mi mente se trasladó a la infancia. Me vi metido dentro de la tina con agua caliente, y más agua caliente saliendo por la llave. Recuerdo que tenía una esponja grande. Metía la esponja debajo del chorro de agua, la estrujaba y así varias veces. Luego la chupeteaba; me encantaba tomarme el agua de la esponja.


Yo estaba lavando loza, recuerden. Así que me volví a pasar la esponja por la mano, y aunque no lo crean, me dio una sensación placentera; como de paz, estar protegido, abrigado, seguro... no sé.
Y hace unos días mi sonrisa es más grande. Me compré una gran esponja para la ducha. Un ancla tal vez a lo anterior. No está mal.