lunes, 19 de junio de 2017

Tercer día

(esto es también un ejercicio para mi)


Después de bastante tiempo, me animo a compartir lo que viene a continuación. Y es que dentro de todo, es bien personal. Pero bien, acá va.

Después de veintitantos años, decidí hacer una de las modificaciones más trascendentales en mi vida. Y lo trascendental aparece una vez tomada la decisión, sin siquiera tal vez hacerlo. Es trascendental desde que se quiebra un esquema que el cuerpo, y peor, el cerebro, han estado acostumbrados a hacer por lo menos la mitad de mi vida. Sí, he decidido dejar de fumar.

La decisión no es fácil siquiera de tomar, cuando estás absolutamente acostumbrado a fumar; cuando cruza la delgada línea entre el placer, vicio y adicción. Desde que era chico estoy acostumbrado al olor; a ver gente fumando a mi alrededor y, creo que como la gran mayoría de la gente que pasó algo similar, terminé de convertirme en un fumador. Un gran fumador… si, era mucho.

Cuesta desapegarse, porque el cigarro pasa a ser un complemento de actividades rutinarias de uno (incluso, hasta una rutina más). Al caminar, un cigarro; al manejar, otro, con un café, con un trago, cuando sales de una reunión, etc. etc. etc. Podría enumerar muchísimas ocasiones ideales para fumarse un cigarro… cuando eres un fumador como yo, era. 

Ya pasados mis 40, me empecé a preocupar por mi salud, y claramente el pucho no me ayuda. Y pensé en el ejemplo a mis hijos (y no porque vea el cigarro como una lacra social; jamás me convertiría en “ese” tipo de ex fumador o detractor, sino porque hace mal; punto). 

Saqué cuentas también de cuánto gastaba mensual en cigarros. Que a mucha gente le molesta; que en casi ninguna parte ahora se puede fumar. Pero si sólo me hubiera quedado con esto, tal vez no estaría redactando esto ahora. 

Pensé también en las cosas positivas. Primero, invertir las dos que menciono arriba: que mis niños conmigo estén en un “ambiente sano”, y la plata que iba a ahorrar. Además, pensé en un mejor despertar por la mañana, el no tener que salir a congelarme en invierno, a fumar un cigarro estando en un lugar público (y no obligar a mis amigos a buscar mesa afuera cuando hace frío); el volver a sentir olores y sabores como en la infancia (relación entradas anteriores), y muchas otras cosas, que no viene al caso detallar acá.

Y hace seis días, bajé la cantidad de cigarros a la mitad. Y, o bien estoy muy sugestionado, o es real; desde entonces siento más olores y estoy disfrutando mucho más los sabores… de todo. 

El sábado 17 de junio, era del denominado “día D”. Lo esperaba con algo de preocupación y con una cuota de temor tal vez. Pero estaba decidido. Creo que el más difícil es el día D. Y ya fue; estoy al borde de cumplir ahora mi cuarto día sin fumar una sola piteada. Y como estoy convencido, no me han dado ganas. Y estoy trabajando para erradicar el hábito, que también es otro tema no menor. Pero voy bien, estoy contento por no fumar, porque me dura la plata, no tengo los dedos amarillos, no tengo olor a pucho y todas las otras cosas que están por venir. Me quiero acostumbrar rápido a ser un no fumador; me gusta. 

No me voy a transformar en un odioso del cigarro ni su olor, pero a mi casi cuarto día sin hacerlo, lo recomiendo.

1 comentario:

  1. Sebastián: te felicito por lo que ya has logrado y te deseo éxito en la iniciativa. Me sorprenden los beneficios que esto ya te ha acarreado. Bravo !

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