martes, 23 de mayo de 2017

París a propósito de Charles Aznavour

Hace unos días, me he estado despertando con alguna canción (específica) en la mente, al abrir los ojos, tal cual. No todos los días, pero los que me ha sucedido, he escuchado la canción en algún momento de la jornada. Y resulta que uno de esos días, me desperté con La Boheme, de Charles Aznavour.


Y se me vienen todos los recuerdos de mis años en Coface y mis viajes a París. He estado seis veces en París; cinco por trabajo, una por placer. Aunque bueno, digamos que las cinco veces que tuve que ir por trabajo, también fue un placer. Y es que París disputa con Ámsterdam, para mí, el lugar de mi ciudad preferida. Y es que París tiene ese encanto de la historia, la bohemia, un sinnúmero de lugares maravillosos, museos, teatros, lujo, glamour, luces, café.. lo que uno quiera!

Recuerdo la primera vez que fui. Una lucha, de puro “huaso”. Resulta que iba con harto equipaje, pues luego de la reunión a la que iba, me tomé unos días, un tren a Barcelona y una semana allá (otra historia muy entretenida). Bueno, luego de un largo viaje (con escala en Madrid y cambio de avión y aerolínea), llegué al aeropuerto de Orly, con una maleta grandota y una mochila, no menor (llevaba ternos, además de la ropa suficiente para dos semanas). Al salir del aeropuerto, recuerdo que vi muchos buses que decía “Air France - Les cars  - Paris, Aéroports”.  Y no, para no gastar plata demás (que ejemplar, para no gastarle de más a la empresa…. Será?), decidí tomar el metro, total entendía que en metro se podía llegar a cualquier parte en París (y creo que se puede). No sonaba mal el plan; siempre me ha gustado conocer los metros de las ciudades que he visitado, no sé por qué. Me encantaría un viaje en la cabina del conductor en el metro de Santiago, sobre todo los cambios en los terminales. Y claro, no contaba con que además de varias combinaciones (no me acuerdo cuántas en realidad), muchas de las estaciones están muchos metros bajo tierra; ergo, escaleras larguísimas, mucha gente, y el chileno entre urgido de estar en la ruta correcta, mirando el mapa (en esa época olvídate de el mapa del celular.. era carísimo), y agarrando las maletas.

Luego de un largo viaje, llegué a mi estación de destino, Charles de Gaulle Etoile. Y para llegar a mi hotel, hay que caminar como tres cuadras.  Y en eso, veo los mismos buses del aeropuerto, en la esquina del hotel!!! Bueno, fue una aventura igual lo del metro. Más aún cuando al día siguiente miro el precio, y los buses no eran caros!!

Esa noche, luego de todo el viaje, la travesía por el desconocido metro de París, apenas salí a comer algo en el primer local que encontré, que no queda nada menos que en Champs Élysées. La última vez que estuve allá, fui varias veces al mismo lugar, solo y con más gente. La verdad es que está muy bueno, sobre todo la soup d’onion que preparan.

El día siguiente era domingo, si mal no recuerdo. Así que tomé mi mapa, mi botella con agua, cámara fotográfica, compré algunas cosas para comer, y me lancé a conocer, caminando. Fue una larga caminata (que es a mi parecer, la mejor forma de conocer una ciudad). Y nunca voy a olvidar que, llegando a Trocadero, estaban haciendo arreglos, y había instalados unos paneles de cholgúan (así como los que están puestos ahora en todas las futuras estaciones del metro de Santiago), y yo caminando por el costado; hasta que repentinamente se acaba en panel y ahí estaba ella; la Torre Eiffel. Nunca me voy a olvidar de la sensación. Se me puso la piel de gallina, fue una mezcla entre asombro y emoción. Era primera vez que veía algo realmente histórico (no había viajado más que a Argentina y Ecuador, en ese entonces).  Fue entonces cuando me di cuenta del privilegio que tenía de estar allá. Fue entonces cuando me enamoré de viajar.

Después de haber ido cinco veces, la última, que fue la más larga, por dos semanas, seguía conociendo cosas nuevas. Y estoy seguro que me quedan muchas por conocer. París es una ciudad que no deja de sorprender a quien la visita, hay literalmente de todo, cosmopolita como pocas (no sé si más o menos que Nueva York, pero deben estar por ahí), siempre hay lugares maravillosos y muchísimas cosas para hacer. Si no han ido, es un destino imperdible. Y para que sea más atractivo aún, si tomas un tren, en menos de una hora y media, estás en Bruselas, otra bellísima ciudad.

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